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Consiguiendo una superior Bendición
“Y Jehová dijo a Josué: Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto; por lo cual el
nombre de aquel lugar fue llamado Gilgal, hasta hoy.” Josué 5:9.
Existen cuatro lugares donde podemos alcanzar una mayor bendición. Se registra en el libro de
Josué, capítulo cinco que el pueblo de Israel se circuncidó en GILGAL por orden de Jehová.
Nosotros sabemos que la circuncisión que Dios quiere hoy no es física, sino espiritual. Que se
efectúe en nuestros corazones, pues hay en la vida de muchos, cosas que no agradan a Dios. No
podemos seguir siendo los mismos, con las costumbres de tiempo atrás. Muchos continúan
fallándole a nuestro Señor, lamentablemente luego dicen ser cristianos. También entre ellos
abunda la avaricia, la codicia, el amor al dinero. “Porque raíz de todos los males es el amor al
dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos
dolores”, 1Timoteo 6:10.
Hay quienes dominados por la codicia no pagan sus diezmos, ni ofrendas, pero los tales no tienen
la bendición de Dios. “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme
ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, sino os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré
sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”, Malaquías 3:10. Viven señalando las faltas de
otros, poniendo excusas y amando al mundo. Dios exige de su pueblo santidad y ésta nace en el
corazón de manera que se exterioriza. “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie
verá al Señor”, Hebreos 12:14.
Como creyentes no podemos ocultar nuestra identidad, tenemos que llegar a Gilgal y
circuncidar todo aquello que a Dios no le agrada. “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro
corazón, y no endurezcáis vuestra cerviz”, Deuteronomio 10:16.
Cuando Jacob le arrebató el derecho de la primogenitura a su hermano Esaú, huyó de delante de
él. En su cansancio y fatiga, cuando el sol declinaba, quiso ir al descanso y colocó por cabecera
una piedra (Génesis 28:11).
Sumido en un profundo sueño vio una escalera cuyo extremo inferior tocaba la tierra y su extremo
superior tocaba el cielo. En lo alto de aquella escalera estaba la presencia del Señor y ángeles
que subían y bajaban por ella. No sólo estaba bajo el cuidado de los ángeles, sino que Jehová le
dio promesa para él y su descendencia. “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios
de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia”,Génesis 28:13. Y más
adelante le dice: “No temas”. Esta es la frase con la cual el Señor alienta a su pueblo, lo que
quiere decir que cada día del año el Señor nos dice: “No temas”.
Jacob se despertó sobresaltado y dijo: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de
Dios y puerta del cielo”. BET-EL significa casa de Dios y en la casa de nuestro Dios es que
tenemos experiencias preciosas. Es allí donde encontramos salvación y salud para el cuerpo.
Es un privilegio estar en Betel. Hay muchos que han perdido el interés de estar en la casa de Dios.
El salmista dijo: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de
Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su
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templo”, Salmos 27:4. “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”, Salmos
122:1. “En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”, Salmos 16:11.
En Bet-el, Jacob hizo pacto con Jehová y recibió promesas de parte del Altísimo. Elías también
estuvo en Bet-el, pero no se quedó allí. Cuando el profeta Elías le dice a Eliseo que se quede en
Bet-el, porque Jehová lo había enviado a Jericó, éste le contestó: “Vive Jehová, y vive tu alma,
que no te dejaré. Y vinieron, pues, a Jericó”, 2 Reyes 2:4.
JERICÓ representa el lugar de lucha, combate y victoria. El relato bíblico nos narra que Israel
había cruzado el río Jordán y había puesto sus pies en territorio cananeo. Esta era la tierra
prometida a Israel y ellos comenzaron a conquistarla. La primera ciudad fue Jericó y Josué su
líder, estaba cerca del lugar meditando y esperando las instrucciones del Altísimo para luego
lanzarse a la conquista. En ese momento vio un varón con una espada desenvainada en su mano.
Entonces Josué le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? En el camino del Señor
tenemos que estar bien identificados, con quién estamos, con Cristo o con Satanás. Si estamos
con Cristo debemos actuar como Él.
Y éste le dijo: “No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora”, Josué 5:13,14.
¿Qué diremos si Jehová es con nosotros quién contra nosotros? “Mas Jehová dijo a Josué: Mira,
yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra”, Josué 6:2.
“Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y
esto haréis durante seis días. Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carneros
delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las
bocinas”, Josué 6: 3,4. Quizás los habitantes de Jericó se burlaron del ejército, ya que este tipo de
bocina se utilizaba para llamar a los rebaños y no para la guerra. Definitivamente lo que para
muchos resulta ridículo, Dios lo puede tomar y hacer grandes cosas.
Los sacerdotes no hicieron ningún tipo de conjeturas o preguntas sino que obedecieron y
continuamente se oía aquel sonido. Josué le dijo al pueblo algo muy importante: “Vosotros no
gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día que yo os diga:
Gritad; entonces gritaréis”, Josué 6:10. ¿Por qué Josué le dijo estas palabras al pueblo? Para ellos
el permanecer callados era una prueba de su fe, de su paciencia, de su obediencia. Ellos querían
hablar, pero Josué les dijo: No lo hagan, cierren la boca hasta que se les ordene; pero sólo dirán
lo que se les indique. Cuando recibieron la orden, ¿Cuál fue el grito? “Porque Jehová os ha
entregado la ciudad”, Josué 6:16. Los habitantes de Jericó cuando vieron al pueblo de Israel
dando vueltas, quizás pensaron que estaban locos, pero ellos no veían la multitud de ángeles que
estaban socavando las murallas. Allí hubo una gran victoria. Cada uno de nosotros tenemos un
Jericó que conquistar.
El rey de Siria ponía emboscadas al pueblo de Israel y todas eran evadidas. Él entonces pensó
que había un espía en medio de ellos, pero el “espía” era el Rey de Reyes y Señor de Señores al
que nada se le escapa. Cuando el rey consultó al ejército sirio, estos le contestaron que había un
profeta llamado Eliseo en Samaria que Dios le revelaba todos los secretos y los planes. Entonces
el rey decide traer al profeta Eliseo. En la noche sitiaron el lugar donde estaba el profeta. En la
mañana el criado de Eliseo, cuando mira a la llanura observa que había un gran ejército sirio de
manera que quedó impresionado y comenzó a gritar. Eliseo mira al cielo, y éste observa la
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cantidad de ángeles que están a su favor, mientras el criado cuenta al ejército. Fue entonces
cuando el profeta clamó a Jehová para que los ojos de su criado fueran abiertos y se diera cuenta
de que eran más los que estaban con ellos que los que estaban en su contra.
El JORDÁN nos habla de muerte y de humillación y nos trae a la memoria al general del ejército
de Siria llamado Naamán. Este gozaba de gran prestigio dentro del ejército Sirio, pero era leproso.
En una ocasión una de sus criadas le informa al general que podía ser sanado si se presentaba
ante el profeta en Samaria.
Al enterarse el general solicita al rey le proporcione cartas para poder ir a Samaria. Esta solicitud
es aprobada por el rey. El monarca de Israel pensó que la presencia de Naamán le traería
conflictos con los sirios y que estaban buscando un motivo para salir a la batalla. Surgió la
interrogante ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de
su lepra?, 2 Reyes 5:7. Enterándose el profeta Eliseo envía al general a lavarse siete veces en el
Jordán para que sea sanado. Dice la Palabra que Naamán se fue muy enojado porque el profeta
no le recibió sino que le envió un recado y no consideró su título ni posición delante de los
hombres.
Delante de Dios no hay títulos con valor, no hay jerarquías. En Romanos 3:23 dice: “Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. No importa la posición social o económica
que tengamos, todos necesitamos acudir a Jesucristo para lavarnos de nuestros pecados con la
sangre que Él derramó en la cruz del Calvario. Tenemos que despojarnos de lo que creemos que
somos. Naamán tenía sus propias opiniones y conceptos, pero tuvo que descender a las aguas
del Jordán. Jesús descendió cada vez los peldaños de la humillación, “...se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta
lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre...”, Filipenses 2:8-11.
Eliseo transitó estos cuatro lugares, pero le faltaba algo más, aunque había alcanzado el Jordán,
aunque Elías le había preguntado cuál era su petición y se le había concedido. La Palabra nos
dice que Eliseo nunca más volvió a ver a Elías y tomando sus vestidos los rompió en dos partes.
Hay vestidos en nuestra vida que tienen que ser rotos y esto nos habla de quebrantamiento. La
humillación y el quebrantamiento no son aceptados fácilmente por nuestra naturaleza humana,
pero a Dios le agrada que su pueblo se humille “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi
nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren...”, 2 Crónicas 7:14.
Todo creyente anhela una mayor bendición, primero en lo espiritual y luego en lo material. Hay
muchas bendiciones que Dios quiere darnos, pero así como Eliseo transitó por GILGAL, BET-EL,
JERICÓ y el JORDÁN de igual manera debemos nosotros caminar, aunque hayamos alcanzado
alturas y tengamos experiencias como creyentes o como ministros del Señor hay que tener sumo
cuidado en mantenernos humillados ante su presencia y reconocer que toda la gloria y la honra le
pertenecen a Él.
De igual manera, cuando hemos alcanzado alturas debemos reconocer que no somos
nosotros, sino la gracia del Señor. ¿Cómo sentirnos enorgullecidos por lo que hemos
alcanzado? No, es entonces cuando más debemos doblar nuestras rodillas y humillarnos delante
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de Dios. “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu
misericordia, por tu verdad”, Salmos 115:1.
AUNQUE HAYAMOS ALCANZADO ALTURAS Y TENGAMOS EXPERIENCIAS COMO
CREYENTES O COMO MINISTROS DEL SEÑOR, HAY QUE TENER SUMO CUIDADO EN
MANTENERNOS HUMILLADOS ANTE SU PRESENCIA Y RECONOCER QUE TODA LA
GLORIA Y LA HONRA LE PERTENECEN A ÉL.